jueves, 19 de marzo de 2015

Mis estrellas.

Y me preguntó que por qué creía en el cielo. Yo no podía continuar siendo Corazóndepiedra ante esa pregunta, respiré, desarmada. Me tomé unos segundos,  levanté la cabeza y clavé mis ojos en él, me sentía dentro suyo, y cabíamos bien. Volví a fijar mi mirada al suelo, y contesté.
- No sé si conoces lo que es perder, lo que es que te arrebaten una parte de tu ser, que te dejen el corazón tiritando - me recorrió el mismo escalofrío de siempre-. Creo en el cielo porque no puedo creer que porque su corazón no funcione, el resto de una persona, de ellas, desaparezca. No puedo aceptar que la vida viene y cuando llega a un punto le da el testimonio a la muerte, y ésta corre su relevo, llevándoselo todo consigo. Puedes pensar que es una manera estúpida de no aceptar que cuando el corazón dejó de bombear sangre, ella desapareció; pero yo creo que ellas viven mucho más allá que sólo en mi, que pueden ver lo que yo veo, que me cuidan  -me encontraba como tantas otras veces acariciándome sola las manos-, no sé, siempre creí que las mejores personas, cuando se iban, se convertían en estrellas, y por eso creo en el cielo, que las deja marchar durante el día para que caminen a mi lado, y que cuando anochece las arropa como ellas hacen conmigo.
Me miró perplejo, estaba convencida de que le había asustado, de que si pudiese huiría. Continuamos callados, mirándonos, hasta que levantó la cabeza clavando los ojos en la noche, no me había dado ni cuenta de que se nos había hecho tan tarde hablando. Por un momento sentí que podía ver el cielo tal y como yo se lo había explicado, que podía ver mi cielo.
Y así pasamos minutos observando, suena estúpido pero ni un sólo segundo se me hizo pesado, sino que cada uno me daba más paz. Sabía que no le había asustado, que le había dado un trocito de mí para que viese a través de mis ojos, y cuanto más tiempo pasaba más sentía que mi perspectiva le gustaba.
Fue entonces cuando dejó de ser mi mano izquierda la que acariciaba a mi derecha, y empezaron a ser las suyas. Sus dedos dibujaban en las palmas de mis manos poesía, y yo no podía sentirme más liberada. Era incapaz de moverme, de dejar de mirar a las estrellas, y jugármela a que sus manos frenasen al cruzar nuestras miradas porque notase que yo ya estaba enamorada.
+A la luz de las estrellas pareces más tuya.
Le miré, ya daba igual que me descubriera, puede que ni siquiera se diese cuenta. Pero a la mierda.  Y qué,
que lo hiciera,
 porque ante esa frase yo no tenía otra respuesta.
Y tirité, como sólo tirito cuando estoy nerviosa, y me sonrió -como luego descubrí que sólo sabe sonreírme a mí, con una comisura levemente más alta que la otra y con los ojos pintados de esperanza. Cesó por un momento el movimiento de sus dedos sobre mis manos, y las agarró, con la seguridad de que en ese momento no éramos infinitos pero estábamos bien, y me atrajo hacia él. No pude evitar cerrar los ojos cuando me colocó el pelo detrás de la oreja.

Ahora sonreíamos los dos, y cuando le besé, estoy convencida de que sonrieron las estrellas.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Esta será la última.

Hoy como una niña me asomo al pozo de los sueños cumplidos, pero caídos en batalla. Como una niña pequeña temblando y de puntillas pongo banda sonora a mi alicaído corazón. Me mentí la anterior vez que me dije que no te volvería a escribir, pero ésta vez sólo lo hago para preguntarte por qué no vas forrado con un papel que diga, como en los cigarillos, 'fumarme también mata', hubiésemos hecho pleno respondiendo a mis grietas, y hubiéramos ahorrado muchísimo en papeleo: ni tantas cartas empapadas, ni tantos textos de despedida, ni tantos intentos de poesía. 

domingo, 1 de marzo de 2015

Querer(te)

Querer no es poder vivir sin ti
es preferir que me abandones
antes de que puedas sentir una puñalada
en cualquier mínima parte de tu ser.
Es vivir muda,
antes de que mi voz pueda hacerte daño,
callar antes de que la realidad
te reviente los sesos,
ver las películas que te gustan
aunque signifique pasarme dos horas
viendo sangre y escuchando tiroteos,
porque escojo eso
antes que escuchar el portazo
a mi corazón.
Es perdonar el que puedas obviar mis lágrimas
sólo por no ser causante jamás de las tuyas,
fingir que no estamos en guerra
y declararte la paz
mientras yo llevo clavadas las balas.
Es sonreír
y abrazarte
aunque ya no tengas ni puta idea de qué es querer.
Aprender a bailar sola,
la canción que me enseñaste tú;
rogar a la muerte que esta noche no venga a buscarme,
para que no mueras tú.