sábado, 2 de diciembre de 2017

Esta realidad tan bonita como injusta

“Escribo porque duele pero escribo porque cura”
“Que el frío se ha hecho ciudad
y yo, solo, he aprendido a quemarme”

Siempre fue más fácil leer su historia que escribir la mía. Tan fácil como fingir una sonrisa. La constante máscara que finge querer vivir.
Nunca les conté que aquel día lloré por él, igual que no conocen mi paradero los días de tormenta, ni saben de mis noches infinitas, que configuran esta realidad tan bonita como injusta.


La primera noche duró años y aún, a veces, viene a buscarme los primeros días de algunos meses. Lo peor es que yo siempre me dejo coger. La primera noche era un constante Saturno devorando a un hijo, los versos más tristes de Neruda, el olor de su salón, una cena de Navidad, soplar las velas con la ilusión perdida. Era jugar sabiendo que ya se había acabado la partida. Y el silencio. En casa, en la calle, en su vida, en el cuarto piso de un edificio, en el cielo gris.


Hubo una noche que me enseñó lo bonitas que parecen las pesadillas cuando se maquillan. Un túnel con luces de neón, una canción prometiendo sexo, drogas y rock&roll; la serie de pinturas negras de Rothko, y el vacío en mi habitación.  


Lo más duro de la noche por la que conocí la luna fue saber que tuvo sonrisa pero no conocí sus comisuras. Las estrellas guían esta realidad dormida. Y una vida en colores pastel, una canción de Juan Luis Guerra con 4 40, Picasso dibujando cientos de almas rotas y titulándolo Guernica, hacer más corta la soga con el nudo margarita. Saber que íbamos a arder.


Otra de esas noches duró tanto que creí que no iba a salir con vida. Era when the stars go blue como banda sonora, una foto de Anton Corbijn, el frío de mi habitación, el calor de sus manos, un jodido cuadro de Caravaggio, y yo una espectadora fija en el centro de la diana. Rezando una vez,
y otra,
y otra,
y otra
para que acertaran. Pero no. Vivir se tornaba suplicio, y Dios pidió que se llevase a cabo el sacrificio. Yo también quise convertirme en cenizas y coronar la montaña. Pero para ser parte de la sociedad era necesario seguir actuando
como
si no
pasara
nada.