domingo, 2 de julio de 2017

La llave de un antiguo buzón que no abre nada, y un candado cerrado hasta las pestañas que encierra las locuras que mantienen intactas las paredes de este manicomio que tú llamas habitación.
En la que nadie entra.
En la que por primera vez en mucho tiempo entro yo.
El desorden que caracteriza al caos, y éste que no hace más que desatar huracanes en mi cabeza.
A veces, me leo y me admiro.
A veces, me leo y no sé quién soy.
Ladro exigiendo las siete vidas que mis uñas de gata necesitan para arañar la tuya.
En este estado tan líquido no hago otra cosa que temer el molde.