sábado, 30 de enero de 2016

Querida y malherida, Justicia.

No sé si le sangra el alma o le queman los ojos, pero si abres el armario aún se la oye gritando, encadenada. El volumen de sus pensamientos me ha reventado los oídos, cuando se pregunta por la noche si nadie escucha la señal de auxilio. Perdí la cuenta de cuántas veces se ató esa "cordura" al cuello y tiró sin piedad, dejándose libre en el instante en que se dio cuenta de que existe aunque nadie la vaya a rescatar. Pero ella tiene esperanza, porque sino nosotros estaríamos perdidos, y se levanta recién ahorcada casi muerta, para exponerse tal como vino al mundo, desnuda y sin vergüenza, libre y con razón, a ver si alguien la recuerda. Con la necesidad en los huesos de que el telediario la afirme y no la interrogue; con la necesidad en las manos de que abra el periódico y no se anuncien más funerales a deshora, de que las esquelas no lleven otro remitente que el de la edad. 
Pero otro día más, inconscientemente, se clava las uñas en la piel cuando tratan de justificar que una bomba se cobró esas vidas porque dos días atrás el actual opresor era el oprimido; y busca el modo de enterrar su cabeza entre las cenizas que hacen de ella cuando leen la carta de un niño que no podía seguir viviendo así, que no quería ni ir al colegio. Y siente como se muere cuando la realidad de tanta gente que sufre tras una valla o a las puertas de un país queda tan lejos de las pesadillas de ese uno por ciento del mundo que tiene tanto como el noventa y nueve restante. Y se le acaba la respiración cuando acaban las noticias y no han llegado si quiera a mencionar las barbaridades de algunos lugares del mundo donde está a la orden del día la sangre y nadie sabe lo que es la libertad.

Ella nació soñando que un día no existiesen las noticias de las tres ni las de las nueve, porque por fin alguien se le había declarado diciendo: "joder, Justicia, qué bonita eres; pienso andarte hasta que alcance la igualdad. Y de este principio pienso crear mi precipicio. Dime, Justicia, ¿dónde habías estado?". Y ella le contaría la historia de cómo un día los hombres le dieron la espalda para no ver, para no creer, para no saber lo que realmente era doler.

martes, 19 de enero de 2016

Aquí puedes venir a romperte, temerario

A veces, tenía que dejar de mirarte. Podías hundirte tú, pero yo no iba a ahogarme más contigo. Porque te miraba cuando el sol te iluminaba la cara, y tú sólo sabías darle la espalda y contemplar su sombra, y a más luz más sombra, y tus tinieblas a veces me acojonaban. 
¿Te acuerdas el día en que te vi feliz? Tú, querida mente voladora, me dijiste que lo eras porque descubriste que podías sentir tristeza, que eso significaba que fluías. Me contaste cuánto tiempo habías estado tratando de recordar qué era doler, que el día en que lo sentiste sólo eras capaz de reír; como el que se obsesiona por amar y el día en que roza el amor abraza al sentimiento en vez de al amado. 
Siempre fuiste a contracorriente, pero, a mí no me engañas, sólo porque adorabas chocarte con la gente de frente y no vivir siguiendo a paso militar una espalda.
¿Qué te rondaba por la cabeza cuando te mirabas al espejo y comprobabas, por el número de arrugas que producían tus ojeras, cuantos años tenían tus lágrimas? No eras un árbol, amor; pero siempre pensaste en lo maravilloso qué hubiese sido ver el sol a través de las copas de los árboles, perderte y rasgarte entera por las cortezas. Aunque luego desechabas esa imagen de tu cabeza pensando que no sobrevivirías una noche a tus miedos.
A día de hoy todavía no te he descifrado, te tragaste la llave antes de poner el candado. ¿Creías que algún día llegaría algún kamikaze con ganas de asomarse al abismo que producen a veces tus ojos y que trataría de alcanzarla, verdad? No te culpo, yo también fantaseo con que alguien quiera conocerme por dentro, siempre fuimos igual de idiotas. 

Por favor, si mañana decides que te rajas, que vas a destruir esa muralla, avísame, te dejaré lanzarme la primera piedra.

viernes, 8 de enero de 2016

"I'll follow you when the stars go blue"

Que te vayas todo lo lejos que quieras,
tanto como puedas,
pero que cuando te gires siempre te veas reflejado en mí,
pero gírate.
Que sonrías,
por nosotras, por ti,
que sonrías cada vez que yo lo haga.
Que sueñes todo el rato,
cuando te duermes en el sofá,
o cuando perdemos la señal.
Que te quejes,
de mi desorden
o de tu jefe,
que no me importa,
pero que te quejes.
Que no pierdas tu manía de dejar la luz encendida
pero acuérdate siempre de apagarla
cuando quieras que me vaya.
Que te siga dando igual lo que la gente diga,
pero que me hablen tan bien como siempre de ti,
y esta vez diga que yo también lo sé.
Que me cuentes tu vida antes de mí,
que recuerdes cuando eras más niño que yo,
que se te grabe a fuego todo lo que me has hecho reír.
Que no vuelva a sentirte lejos,
que cuando te abrace sepa que será a ti al que seguiré
cuando las estrellas estén tristes. 
Que sea la primera vez en mucho tiempo
que todo no parece tan negro,
que no sea la última.
Que vivas,
por favor,
siempre a tu manera. 
Que te desvivas,
por favor,
siempre a mi vera.
Que te quiero.