sábado, 30 de mayo de 2015

Hoy vamos a apostar.

"Un día seremos grandes" sentenció, y me miró de reojo con esa media sonrisa que me hacía confirmar que lo seríamos, echando el humo de su cigarrillo por la nariz.
Y en ese instante vi en el humo nuestro futuro, caótico e impreciso, por encima de todos esos hombres vestidos de traje, nosotros realmente vivíamos así, perdidos en esa azotea de Madrid. Y sólo por rozarle le cogí el piti y haciendo amago de tirarlo lo miré, él me conocía y sabía que no lo iba a hacer pero sólo quería dejar claro que era yo quien merecía consumirme un rato en sus labios.
- Si queremos serlo no deberías matarte, ¿no crees?
Y se mordió el labio mirándome canalla y divertido, como mira él, y según se acercó a mí, cogiendome con una mano de la cintura y mirándome fijamente me atrajo hacia él. A mí no me hacia falta más futuro, éramos jodidamente grandes así.
Y según me fue a besar le devolví su cigarro, se lo coloque en los labios y reí. Reí. Aún recuerdo cuando ingenua creí que no volvería a hacerlo así, a reír y a escuchar a alguien reír conmigo, a mirar a los ojos de alguien mientras lloraba de felicidad.
Era plena, y a la mierda si se supone que debería de haber deseado siempre ser princesa o debía haber dedicado mi vida a castigarme por no estar tan buena, porque yo nunca vi a Barbie tan contenta, porque no era la tía con las piernas más bonitas, pero en ese momento era la que se reía, la que sentía elefantes en la tripa porque hacia tiempo que las mariposas se quedaron en poca cosa.
No se molestó en darle una calada más y lo tiró al suelo, lo apagó y volvió a mi lado.
Me cogió la cara entre sus manos, y nos quedamos ahí, mirándonos a los ojos, parados, éramos el tonto y la tonta que buscaban respectivamente en los ojos del otro las respuestas a la vida, que nos mirábamos con la curiosidad y la intriga de qué dirá la bola de cristal, y así esperaba leer yo y mis precipicios en su mirada los siguientes acontecimientos; mientras él y sus miedos buscaban en la mía si las cartas nos permitirían seguir jugando la partida, aunque ya no nos preocupaba hacer trampas en esta ronda, no íbamos a abandonar esta partida, hoy veníamos dispuestos a apostar.
Hoy sabíamos que ya habíamos ganado.

sábado, 9 de mayo de 2015

Te diré

Puestos a ser sinceros te diré que no sé si es la fuerza de tus convicciones o la de tu armadura la que me ha hecho seguir en pie toda la vida. La fuerza que me transmitías al darme la mano y hacerme sentir segura. La fuerza que espero devolverte a día de hoy en cada abrazo.
Puestos a ser sinceros te diré que no sé como podemos ser tan extremadamente distintas y tener corazones tan similares. Entre mis escasas teorías puede que destaque la que llamaré 'la teoría de las grietas', y es tan simple y sufrida como que contamos prácticamente con las mismas; y a partir de ahí cada una se quedó a un lado de la brecha, pero nunca llegamos a soltarnos: avanzamos pero nos mantenemos unidas. 
Puestos a ser sinceros te diré que odio decir adiós, que no sé actuar en una despedida, así que simplemente te cuento que para ti jamás tendré una, que no te diré adiós en toda mi vida. 
Puestos a ser sinceros te diré que en ti he encontrado el único extremo en esta vida con el que estoy de acuerdo, y es que tu fidelidad con lo que piensas y sientes es admirable, como el hecho de que consigas que corazón y razón se den la mano y descansen. 
Puestos a ser sinceros te diré que eres quien me ha enseñado a valorar mi vida sin que lo sepas, a pesar de que lleves tantos años timándome con todas las chuches que me debes has permitido hacerla algo más dulce. 
Puestos a ser sinceros te diré que pienso seguir siendo la hermana pequeña y pesada que he sido desde que insistía en vestirme como tú, la que te decía mientras jugábamos '¿vale que tú dices?' porque mi mente ya tenía montada una triste historia romántica como esas que ahora sueles ver conmigo, la que se dejaba cuidar.
Puestos a ser sinceros te diré que ahora no estoy detrás de la muralla, que ahora estoy en pie, a tu lado, para defender que tu sonrisa es el mejor regalo.



Puestos a ser sinceros te diré que eres lo que más quiero. 

viernes, 1 de mayo de 2015

Supongo.

Hablar de ti me es más fácil que hacerlo de mí,
supongo,
por eso llevo meses culpándote por no estar,
mientras yo llevo el mismo tiempo ignorándome.
Hablar de ti me es más fácil que hablar conmigo,
que darme cuenta que he teñido mis pestañas de excusas,
y voy con la palabra siempre lista para atacar.
Hablar de ti hace que no me tenga que sincerar conmigo,
poder olvidarme de mí.
Hablar de ti significaba tener un motivo fijo para reír,
y un ayudante para mis lágrimas.
Significaba mantener al corazón y a la razón peleados,
y asistir cada día al combate de gilipolleces que piensa un enamorado ganando a las probabilidades de fracaso que dejaba siempre en mi puerta una razón que la tenía.