sábado, 28 de mayo de 2016

Qué pasa si tú soplas y yo soy polvo.

Llama a la puerta otra vez este corazón pesado, que a veces no hace más que estancarse en el pasado; mientras, tú sigues quitándome las piedras del camino, sin entender que para tropezarme sólo necesito mis pies y me sobran tus manos. Sigues encendiendo las velas cada cumpleaños, sugiriéndome que pida un deseo, pero aún no has visto que hace tiempo que cuando las soplo lo único que se cumplen son los años y no se hace realidad el deseo de prenderlo todo. Porque el fuego no deja cenizas, sino polvo. No me soples los deseos de las pestañas, que hace tiempo que lo único que crecen ahí son telarañas, y yo cierro los ojos esperando que te enredes. Y que a mí me dejen de dar miedo las arañas. 
Si quieres ayudarme, apártame esos prejuicios ninfómanos que tienen siempre ganas de joder a alguien, que aún no pienso ahogarme. Hazme el favor y mira tú por mí el reflejo del espejo. Quiérete y ya me iré queriendo yo luego. Despierta esta noche a tus delirios y enciérrate en mis males. Desata los hilos a ese tú al que siempre escribo. Abre la boca que esta noche suenan las doce en tu campanilla, que esta cenicienta no admite más derrotas. Sopla, que soy polvo, y voy a reconventirme en victoria. 

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