lunes, 30 de mayo de 2016

"Un año más te echaré de menos"

Miento si te digo que estoy acostumbrada a que me afirmen de ti las preguntas que me digo. Sé más lo que debería sentir por lo que me cuentan que por nosotras; de hecho desde pequeña me dejaron claro que si estuviesen de mi piel ellos ya se la habrían arrancado, quizá yo soy un monstruo por seguir luchando, siempre he creído que es lo que te hubiese gustado. Me dicen que se lo cuentan todo, y no saben que yo empecé a escribir(te) porque creí que era el mejor modo de comunicarnos. Me comentan que tu abrazo es siempre el cielo como si yo no lo hubiese imaginado. Me asesinan cuando dicen que qué suerte tengo, si lo sé sin saberlo. Me dijeron que rezase por ti cuando sólo hiciste falta tú para desmontar los pilares de mi religión. Me pidieron que aguantara mientras ellos la tenían al volver a casa. Me consolaron y hablaron en tu nombre cuando no saben que yo tacharía de ruido cada sonido por conocer el que hace tu risa. Me compadecieron en vez de tenderme una mano. Se interesaron por el motivo y no trataron de reconstruir las consecuencias. Prefiero pensar que no sabían que mentían cuando decían que el tiempo cura, debe ser que nunca vieron el efecto invertido de ese segundero. De ti fui yo y de mí no sé qué fue tras el viento. Me hablaron de tu reflejo en mis gestos, de tu rostro en sus mejillas, le dieron vida a sus recuerdos. Me enseñaron a deshojar margaritas en busca de un 'te quiero' y yo sólo sé verte a ti en cada ramo. 

sábado, 28 de mayo de 2016

Qué pasa si tú soplas y yo soy polvo.

Llama a la puerta otra vez este corazón pesado, que a veces no hace más que estancarse en el pasado; mientras, tú sigues quitándome las piedras del camino, sin entender que para tropezarme sólo necesito mis pies y me sobran tus manos. Sigues encendiendo las velas cada cumpleaños, sugiriéndome que pida un deseo, pero aún no has visto que hace tiempo que cuando las soplo lo único que se cumplen son los años y no se hace realidad el deseo de prenderlo todo. Porque el fuego no deja cenizas, sino polvo. No me soples los deseos de las pestañas, que hace tiempo que lo único que crecen ahí son telarañas, y yo cierro los ojos esperando que te enredes. Y que a mí me dejen de dar miedo las arañas. 
Si quieres ayudarme, apártame esos prejuicios ninfómanos que tienen siempre ganas de joder a alguien, que aún no pienso ahogarme. Hazme el favor y mira tú por mí el reflejo del espejo. Quiérete y ya me iré queriendo yo luego. Despierta esta noche a tus delirios y enciérrate en mis males. Desata los hilos a ese tú al que siempre escribo. Abre la boca que esta noche suenan las doce en tu campanilla, que esta cenicienta no admite más derrotas. Sopla, que soy polvo, y voy a reconventirme en victoria. 

lunes, 23 de mayo de 2016

LA SOMBRA DE LAS FRONTERAS

Cuando me hablaron de igualdad
me escondieron que utopía era su sombra,
que siempre se agazapaba detrás.
Cuando me hablaron de igualdad,
no me contaron que sus manos llevarían las migas
y que a mí me sobraría el pan.
Cuando me enseñaron lo que era la libertad
me dijeron que podría pensar lo que quisiera
que podría amar a mi manera.
Y así crecí,
y me di cuenta que era como ellos quisieran
que mi manera tenía como límite su ceguera,
que el ancho de mi cartera
sería proporcional a los pecados que se me iban a perdonar.
Aquella vez que me dijeron lo que era la libertad
no me dijeron que la mía tendría minúsculas barreras
en comparación con vuestras fronteras,
que no llevan mi nombre.
Cuando me dijeron lo que era la justicia
escribieron en letra pequeña que todo iría bien
cuando la balanza estuviese a nuestro favor.
Cuando me enseñaron lo que era la justicia
comprendí que ésta estaba más cerca de su funeral
que de volver a brillar.
Cuando quise a la Justicia
fue cuando vi miles de corazones caminando de la mano
por una causa que no era la suya, pero era motivo de desdicha.
Cuando me enseñaron a compartir
me dijeron que debía tender mi mano,
que debía abrir los ojos al mundo que habíamos estropeado,
pero que uno sólo no conseguiría un cambio.
Y luego aprendí que mi mano chocaría con sus mandos,
que tratarían de mantener mis ojos tapados,
pero que yo iba a ser parte de ese cambio.
Cuando dejaron de hablarme de ideales mancillados,
de sueños desgastados,
entendí que mi corazón estaba al otro lado.
Que cada frontera en pie
 obliga a otra parte más del mundo a vivir arrodillado,
que cada frontera en pie
condenaba al otro lado todo lo que había soñado.

martes, 3 de mayo de 2016

A veces intento hacer cosas bonitas; otras, escribo

Hoy he sonreído a un niño en el metro. Iba él, pequeñito, entre tres adultos que deberían asemejarse más a gigantes que a flores, con los ojos tan abiertos como el que lleva el corazón listo para amar. Y así, él, automáticamente iba mirando una a una todas las caras del metro, sin prisa pero sin pausa, miraba una a una a una velocidad moderada, sin frenar un segundo. Cuando ha sido mi turno le he sonreído, y cuando ya iba a llegar a la siguiente cara ha frenado, se ha sorprendido. Me ha mirado atónito. Cualquiera diría que nunca había visto una sonrisa en el metro, pero después de recapacitar caí en la cuenta de que yo tampoco. 

Nadie le sonríe en el metro. 

Nadie te sonríe en el metro. 

Nadie me sonríe en el metro.

Y así sigo, dándole vueltas al hecho de que no sé qué me duele más, que él se haya sorprendido por una sonrisa, o que el momento que ahora me aterra sea el único en hoy en que verdaderamente he sonreído.