porque tu corazón ya tenía demasiadas estrías.
Que tus ojos se nublaron
por todas las tormentas contra las que luchaste
y las pocas gotas que dejaste que cayesen
para los mares que podrías haber llenado.
Creo que echabas de menos
como nadie jamás lo ha hecho,
y que yo lo hago ahora
más que nadie.
Creo que tu sonrisa
me daba esperanza
y que tus palabras
eran el camino que se abría bajo mis pies.
Creo que tu corazón debía estar desbordado;
cómo alguien podía entregarse tanto
a pesar de haber sufrido más,
y sé que no te gustaría que dijese esas cosas subidas de tono
a las que tus oídos
a veces
no se acostumbraban.
Creo que si mi vida tuviese que oler a algo
escogería que oliese a ti,
a tu casa,
a tu ropa,
a tu vida,
porque no habría nada mejor para olerme a mi.
Recuerdo verte tan guapa
tan arreglada,
y sentir que la sonrisa de la foto del armario
no era la misma que me regalabas a mí,
no me costó descubrir que me querías a morir,
y que me repitieses que darías un brazo si hiciese falta por mi,
que querías verme feliz,
que se me pondrían malos los ojitos de llorar.
Por favor,
ven,
y vuelve a decirme eso,
porque ya no encuentro motivos para no derramarme más.
Por favor,
vuelve,
y reza conmigo,
porque es el único modo de sentir
que mis plegarias son escuchadas
por Él,
para cuidarla a ella.
Por favor,
vuelve y déjame decirte lo guapa que volvías cada viernes de la peluquería,
lo bonitas que ella te dejaba las uñas,
lo guapa que estabas con esos vestidos,
con tus faldas.
Por favor,
regresa,
sé que aún no le he cogido gusto al vino,
pero debe ser porque no he tomado un barbadillo contigo,
que no lo he pedido en el bar de la esquina
y he recordado su nombre para alegría de tus oídos,
placer el mío que sería de probarlo contigo.
Enséñame a bailar otra vez en la entrada de casa,
que nunca me quedé con los pasos,
quiero aprender a hacer ganchillo
si mis profesoras son tus manos.
Vuelve,
prometo escribirte cada día en la pizarra,
recordarte lo que te quiero,
y llamarte cada vez que me vaya.
Que algún día llevaré las llaves
tan bien colgadas como tú,
llámame por equivocación
cuando querías llamarlos,
pero mientras vuelve
y deja que te coloque la silla sobre la hierba
a la sombra,
sí,
que sé que el sol no te sienta bien,
y déjame sentarme a tu lado,
y repíteme todo
lo que cien mil veces me has contado.