martes, 30 de septiembre de 2014

Amor, por encima de todo.

Te admito que he perdido la inspiración. Me he cansado de hablar del desamor, y el amor tampoco acude a mi boca pero me siento tan feliz cada vez que noto el amor en cuerpos ajenos, en sonrisas cómplices... aunque yo siempre sea mera observadora o narradora de ellas. Me imagino el mundo de una manera tan asquerosamente romántica que cada mañana cuando salgo a la calle y veo que la gente camina a donde debería ir pero no a donde le gustaría estar me desanimo, que cada mañana al entrar en el metro y ver que nadie observa al de al lado, que podemos pasar media hora de nuestro día al lado de alguien a quien si quiera hemos parado a mirar diez segundos, que nadie se sostiene desafiante la mirada, y eso me hace creer que el romanticismo ha pasado a un grado inexistente en mi cabeza. Ahí es cuando lucho por seguir creyendo ciegamente en el amor -me dicen que es de esas cosas que me definen- y me cuesta, pero entonces me cruzo con alguien que ha superado algo duro y ahora sonríe al posar su mano en la tripa de una chica, o que un chico dedica sus dos manos a posarlas en la cara de esa chica que se deja besar. Y, definitivamente, prefiero creer en eso que en que en la vida nada es tan bueno como en los libros o en las películas o incluso como en mis fantasías. Quien dice eso es que no ha amado, que no ha visto levantarse a su lado a la persona por la que sonríe o sonrió tantos días, o que simplemente son personas qur dicen eso porque nunca se han jugado en un abrazo, en un beso la vida.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

"Príncipe y princesa"

A veces cuando nuestros sueños se hacen realidad son una auténtica pesadilla. ¿Contradictorio?
Este cuento comienza como todos y cada uno de ellos: érase una vez una dulce niña que sólo quería encontrar un apuesto hombre que la amara. Hasta aquí nada se separa de una historia de princesas, ¿no? La cosa es que nada comienza como acaba. Encontró a ese hombre, apenas conociéndose se entregaron el uno al otro. Pero nadie decía que él por la noche era más bien hombre lobo, ya que cada vez que ella salía mostrando lo que él consideraba su propiedad la esperaban en casa unas garras, que dejaban marcas en su marmolacea piel, despellejaban su corazón  y, no sabía cómo, llegaban hasta su cabeza impidiendo que sus pies huyesen a buscar al leñador. Pero eh, que no siempre es sólo un malo. Ya que ella, dulce y encantadora, no sólo le empalagaba a él, sino que a veces dejaba que otros pájaros probaran, que picaran. Y cuando llegaba tranquilamente a casa, se ponía celosa de cada comentario del apuesto "príncipe", ya que ella sabía todo lo que podía cocerse fuera sin que se calentasen los de dentro.

Y supongo que hay mil modos de quejarse, pero éste es uno de los míos, cansada de soñar pesadillas o de ver como la gente se conforma con lo que tiene en la vida y en vez de luchar contra ello y ser feliz. Porque si un sueño no es lo que esperabas puedes seguir soñando, o incluso que aquello que considerabas una pesadilla esconda algo bello dentro.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Te quiero

Supongo que te felicitaré durante mi vida más años de los que probablemente nadie haya vivido, pero envolvería mi vida para regalo con tal de poder compartir otro día más a tu lado. Sinceramente no sé bien qué decir, sólo sé que necesito decirte algo, evocarte una vez más. Creo que este día, este veintidós de septiembre dice dentro de mí mucho más de lo que sé traducirte a palabras. Un detalle, una merienda, un abrazo, tu abrazo. A veces trato de recordar tu número de teléfono, el que tantas veces marqué, al que tantas veces contestaste. No sé si con ello puedo creer que así recupero el código que me hará poder dar contigo o yo qué sé. Sólo sé que has aparecido esta noche en mi sueño, y reías; que durante mi vida tomaré una copa de barbadillo a tu salud cada vez que la ocasión lo merezca; que seguiré creyendo que te veo a lo lejos por las calles; recordando tu pizarra, tu sonrisa y tu calor, porque el amor calienta un poquito el alma, y tú siempre conseguiste que estuviese la mía a la temperatura perfecta. Me gustaría revivir un día cualquiera mientras que ese hubieses estado a mi lado, tan sólo para sentir que mi recuerdo te hace una fiel justicia. Serían ochenta y ocho, y me gustaría pensar que en asuntos del corazón estarían bien llevados, sé que no en todos, pero te prometo que yo trataría de extirpar cada dolor, y apretar cada arruguita de tu mano, así hasta sentirte conmigo y sentirme yo más viva.

viernes, 12 de septiembre de 2014

Bala.

Supongo que no supones que sin ti me siento sola. Que sé que ni tú te has ido, ni yo me he movido, pero no somos uno, ni nos hacemos uno, ni nos sentimos cerca como si lo fueramos.
Puede ser que algunas fotos para ti sean eso, fotos, pero si te explico lo que yo veo en algunas de ellas ... Aunque suene estúpido, yo he cogido una camara y he enfocado tu rostro mientras tú no te dabas cuenta sólo para tratar de inmortalizar tu alma, que siempre se me escapa pero a veces creo poder verla, como cuando cierras tan solo un poco los ojos y te concentras mirando a otro lado y ahí te veo tan hermoso que no puedo hacer otra cosa más que mirarte, y esperar a que te des cuenta y me sonrías como sólo tu sabes, y como únicamente mi meomoria sabe inmortalizarte.
Puede que esto no nos haga bien y puede que esto no nos haga daño.
Pero tengo que continuar. Yo, una noche sin estrellas, una habitación sin cama, un arbol sin ramas, un abril sin ti, un invierno sin conocer el frío y a veces como una caja de tiritas. Y Tú, un telescopio que veía mas allá de lo que podían observar mis ojos, un superhéroe sin necesidad de dormir a menos que fuese cerrar los ojos a mi lado; si que es verdad que no pudiste hacer que de mi crecieran ramas, pero me regalaste tres rosas, abril juntos, y en mi invierno sin tu abrigo si conoci que era el frio. Tú tan rosa sin espinas, jardín sin maleza, esa caja de tiritas que siempre usabas cuando me arañabas -más eficaces para el corazón- sin hacerme sangre con las garras.
Y sé que tampoco sabes que eres por la única persona por la que mi móvil -roto, reflejo de- me ha cortado las palabras en una noche de nostalgia.
Creo que si tuviese que definirte con una palabra te llamaría bala. Puede que sea algo malo pero tú apareciste tan certera que me atravesaste con la misma facilidad con la que se sopla una pestaña y te quedaste en ese preciso recoveco de mi corazón que guardaba para algo especial.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

Cruz de navajas

"Cruz de navajas por una mujer brillos mortales despuntan al alba sangres que tiñen de malva  el amanecer. Sobre Mario de bruces tres cruces :
una en la frente la que más dolió otra en el pecho la que le mató y otra miente en el noticiero " - Mecano.
Puede que esto no sea la lucha por una mujer, y tampoco fue ningún Mario el que acabó malparado. Pero es que esas tres cruces me descubrieron, descifraron mis sentimientos cuando yo los tenía bajo código y bajo llave. Pero resulta que no hace falta que una herida se vea para que se exista, ni que un moratón aparente esos cambiantes colores para que cada vez que lo aprieten te retuerzas, el problema es cuando ese moratón lo aprieto yo misma, no me considero masoquista, simplemente quiero acostumbrarme.
Por eso, por eso de que las cosas dicen más de lo que parecen, que puedes ir con ellas más allá de lo cotidianamente establecido no siempre las navajas son un arma que se ve, en mi caso mi cruz de navajas fue de palabras, de actos, y de no-actos; por eso no pudieron dañarme la frente, pero si mi mente, deseé que mi cerebro no procesase nada de todo aquello, pero hay ciertas palabras que aunque se digan cuando uno está dolido sabes que van cargadas de todo lo que uno ha vivido, que son esas palabras que se esconden tras el silencio del amo cuando está contento. Pero furia invadió estas vidas, y así dejó penetrar esas navajas en mi cuerpo, como si apenas costase esfuerzo expulsarlas y clavarlas, rasgarme, antes si quiera de poder hacer que no escuchaba nada. Y sí, también fue la que mas dolió. Porque sólo hay una cosa que duele más que la verdad, la mentira. En ese momento se desnudaron ambas, la verdad dejó a la mentira en paños menores, la mentira que hacía creer que todo iba bien, pero no nos íbamos a engañar más.
Y con el tiempo me mataron, puede que no fuese su intención, pero tampoco trató nadie de evitarlo. Y es que fue entonces cuando el pecho abrió sus puertas y dejó que el corazón dejase de ser sordo, mudo y ciego. Podrido.
Al final sólo queda esta última, la que miente en el noticiero, que en mi vida son nuestros rostros, aunque no sé hace cuanto no los veo, ya que ese noticiero es una máscara con la que nos cubrimos la cara y sólo nos la quitamos cuando estamos solos, para que el titular indique siempre que la vida siempre reluce -pero no es oro todo lo que reluce.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Desintegrada.

Querría no saber sentir, tener el amor en frente y no reconocerlo, no clavarme las astillas en cada caída en la que no toco el suelo. Me gustaría que algunas medicinas de la vida, como tú, llevasen el correspondiente prospecto, que probablemente no leería hasta que ya hubieses hecho demasiado efecto, pero por lo menos tenerlo, y leer todo lo que curas apenas con rozarme, y comprender lo desintegrada que me puede dejar el no encontrarte. Que no eres una adicción a la cual una se desengancha, que el calor de tu cuerpo vuelve a reclamarlo el mío cada vez que cierro los ojos y te pienso. Que si me pides motivos por los que quedarte te acabaré dando motivos para que te vayas. Debe ser precioso observar el amor en terceros, para que no se te claven los cristales rotos en el suelo cuando todo acaba.