miércoles, 26 de marzo de 2014

Y es que, a veces, duele de una manera diferente.

Cuanto más pasan los años más miedo tengo, de que se me olvide, de no recordar el olor de su ropa, de su casa; de no acordarme de sus pulseras, o el collar que siempre adornó su cuello. De no recordar su piel y sus manos, las que tantas veces me levantaron y me acompañaron, las que me hicieron crecer, las que yo calentaba con las mías cuando me llevaba al colegio cada mañana durante tantos años... tantos años que me pregunto qué hubiese sido yo si no hubiese sido parte de ella, y estoy segura de que no sería en absoluto mejor de lo que soy. Tuve a mi lado a la mejor persona que ha pisado el planeta, tuve a mi lado a una heroína tal vez no famosa pero sí reconocida por aquel que pudo saber tan sólo su modo de mirar. Y es que sus ojos... esos ojos que se fueron tornando nublados, ojos que a los míos hacían llover al mirar y no tener respuesta, porque yo sólo quería que me viera, y llegué a creer que me vio por dentro, pero me di cuenta de que me lo imaginaba cuando tornó hacia otro lado su cara.
Podría recordar algo de cada rincón de su casa, de cada uno de sus vestidos, me atrevo a decir que sabría decir cuales ni siquiera estrenó, cuales compró y usó para momentos especiales, y cuales eran los más frecuentes, o tal vez ya no. Envidio su elegancia, su fuerza, su manera de sonreír, su manera de cuidarme, de enseñarme, de dormir juntas dadas de la mano, incluso rezar con ella parecía otra cosa, lástima que Dios no oyese mis plegarias, que no las oiga, que no la traiga conmigo.
Y es que yo en sus brazos siempre me sentí protegida, quien había mejor que ella para prepararme la comida cada viernes, para enseñarme que la vida es un fluir de golpes y que alternativamente tocan a unos o a otros, y que aunque muchos nos dieron a nosotras, siempre demostró que con todo se sigue, que nada puede desaparecer mientras viva dentro de uno todo aquello que necesitamos.
Creo que jamás me he enorgullecido tanto de nadie, y eso que tuve esos momentos pavos y estúpidos en los que no quería que me gritase por la ventana, pero madre mía, sonrío pensando en que ahora moriría de ganas porque asomase su cabeza en la ventana doble del cuarto, llamándome a subir a su sofá, y es que recuerdo hasta con cariño la funda, que cada vez que íbamos acababa más fuera que puesta. Creo que la generosidad es lo que le corría a veces por las venas, y no sangre, pero sí melancolía.
Supongo que cuando desaparecen ciertas personas se llevan partes nuestras con ellas, y ella se llevó una mitad entera, pero al final yo soy una parte suya, así que sólo se llevó con ella el agradecimiento que yo le debía.

Y llego al final de la misma manera que siempre, pensando que esto no es suficiente, ni una buena introducción, ni buen cuerpo ni buen desenlace, y jamás podré hacerla ese gran homenaje. Será la persona a la que más textos dedique, a la que más nostálgicamente recuerde, a la que escribiría cada día en aquella pizarra amarilla sólo para que jamás olvidase que como ella no habrá nadie.
Cada vez lloramos menos y hacemos sangrar más a los demás.

domingo, 23 de marzo de 2014

Cobarde.

-"Y de vez en cuando escribe algo sobre que a pesar de todo hay cosas buenas". Dijo.
Me he dado cuenta de que cuando me siento perdida, sola, en medio de la oscuridad, como si estuviese en un pozo es cuando olvido que eso existe, cuando hasta lo bueno lo veo malo, hasta cuando brilla el sol parece una ofensa para mí ya que en mi interior llueve truena y se desatan relámpagos; pero hay veces que algo pasea por mi mente, hasta que me detiene y me da a pensar, nunca todo es malo, quedan las canciones, las palabras, las sonrisas de un niño inocente, el helado de galletas y vainilla, las tabletas de chocolate o las amigas que te las regalen, queda que él me diga repetidamente que está a mi lado, queda esa luz que existe si levantas la cabeza mientras estás en el pozo... pero a veces parece que no quiero ni verlo, que me acomodo en la mierda, en lo que me apena, creo que a veces temo el mirar que se puede seguir adelante, porque dolerá el recorrido de dejar lo malo atrás, porque me hará intentar salir de ese pozo y volver a sentir que no puedo, como en otros momentos sentí, y supongo que eso es lo que más miedo me da. Supongo que temo que alguien me tienda la mano, y que cuando me ponga de puntillas desde lo más profundo de mi pozo, de mi agonía, tropiece, y el suelo se hunda un poco más. Supongo que él, a veces, tiene razón, y sólo me siento y espero a que las cosas sucedan, porque estoy en el lugar donde el primer golpe dolió, pero ahora no duelen tanto porque ya no intento curarme, no intento salvarme, sólo los espero, y así creo que las cosas duelen menos. Valor. Eso. Me falta. Hay quien me ve fuerte, supongo que he tenido mis momentos, pero ahora creo que lo único que soy es cobarde.



viernes, 21 de marzo de 2014

Y ahora qué.

Creo que ya oscurecía, no sé si hacía frío o viento, la verdad es que no recuerdo la temperatura de aquel momento, del instante en que pregunté por aquello que querías contarme, la balanza de la felicidad y el miedo daba constantemente golpes contra el suelo desde hacia días, arriba abajo cada lado, y así me balanceaba yo.
Y es que en ese preciso lugar, en ese momento en el que a saber cuántas cientas de personas pasaron por tu lado yo sólo te oía a ti , en medio de gran vía, en medio de un mar de nervios, tales eran que ni dejaban moverse a mis cuerdas vocales, haciendo que no pudiese hablarte, de ahí ese modo mio de parecer estúpida al asentir ante tu respuesta de si te quería, joder como no iba a quererte, y sin previo aviso me besaste, no sabría describir que fue ese momento, sólo que era nuestro, que era algo nuevo y sin saberlo acabaría siendo algo tan natural para mi. Que entrelazases tus dedos con los míos al bajar la calle, esa sensación.. la sensación de que en ese momento hubiese perdonado mil huracanes.

jueves, 20 de marzo de 2014

Cansada.

Y es que llega un momento en que uno se empieza a cansar, cuando ves que la gente vive atropellada y atropellando, arrasando a veces todo a su paso, como un tornado, uno que solo machaca lo que llevamos dentro, que nos deja el interior hecho cenizas. Y uno no sabe hasta que punto aguantar, hasta que punto aguantamos. Cuando lo único que escribes sólo parece gris, cuando crees que es el mundo, que se ha teñido así, que los días no son iguales para todos, que alejarme de casa es el mejor desahogo, que la vida cambia y cuando se supone que es a mejor deberían escribir en letra pequeña que eso tan sólo incluye a unos pocos, que los demás tratamos de ser agradecidos pero cuesta viendo la realidad que nos han establecido, sin consultar sin avisar, sin preguntar. Imponer es el único modo ya de hablar, de acordar, sólo que eso no es igual.

miércoles, 19 de marzo de 2014

No sé vivir sin ti, no sé vivir contigo.

Tal vez no existe un amor de película, de cuento de hadas, pero sí que existen amores que te hacen sentir que después de esa persona todo se queda corto, que después de esa persona no hay nada más, el amor puro, que te lleva a amar de una manera loca, profunda y sobre todo sincera, ese amor que no tiene nada que envidiar al amor de princesas, porque nunca va a venir a rescatarnos de un peligro un príncipe a caballo para después llevarnos al castillo donde seremos felices y comeremos perdices, no, pero ¿y qué? El amor de cuento está sobrevalorado, porque lo que sí que hará aquel que ames será venir un día a buscarte a tu portal, robarte un beso, o superar baches, porque en la vida real los hay, claro que los hay; pero qué hay más bonito que una verdadera reconciliación, que estar abrazados en el sofá, que que te hagan reír, que ponerte su camiseta después de habérosla quitado entre besos un rato antes, que imaginar un futuro juntos, ¿y qué más da que no sea en un palacio mientras pueda encontrarle cada noche debajo de mis sábanas? Y es que cuando uno ama se vuelve un poco loco creo yo, y puede llorar en un momento de máxima felicidad, o reír en el  peor momento porque no puede ni creerse lo que esté pasando, puede conocer cosas de sí mismo que no sabía que existían y descubrir otras en alguien que jamás creyó que podrían existir, que no podrían ser reales. Y es que, en verdad, ¿qué hay más bonito en esta vida que el amor? El amor que llena, que consume, que nos da vida, que nos mata a veces, y que otras nos resucita.  

Admiro.

¿Yo? Yo soy admiradora, soy admiradora de palabras, de sonrisas, de frases, de rimas cargadas de encanto, de angustia, de tristeza, de frustración, o de la más loca alegría. ¿Yo? Yo soy admiradora del amor, de las emociones que laten bajo el pecho, de la vida, y de la muerte, de las pequeñas arruguitas que se forman en las comisuras de los labios de esa gente que desgasta las sonrisas, o de las que aparecen en la frente de quien vive pensando. 
Y si lo piensas, qué hay más valiente que admirar, que admirar al adversario, al que es mejor que tú, incluso al que todavía no lo sabe.