jueves, 25 de febrero de 2016

Siempre un poco más allá

Y me miras fijamente a la cara.
Y hablas de mi pelo, de que se ondula donde roza con la espalda. Pero no sabes que adoro que me acaricien paseando las yemas de los dedos suavemente hasta casi tocarme el alma.
Te da por fijarte en la marca de mi frente. Y yo te cuento aquella vez que se me resbaló un peluche tras el radiador y creía que tenía los superpoderes suficientes para atravesarlo; pero no me oirás decirte cuántas veces imploró un buenas noches que acabase con un beso ahí marcado. 
Tienes la extraña manía de fijarte en mis pestañas, de animarme a pedir deseos en los que ya no creo; porque una pestaña caída ya no mueve un corazón de fuego.
Te frenas de seco en mis ojos, me dices que a veces los descubres. Y con ellos te suplico que entiendas que tengo una mirada demasiado simple, que no han visto nada en comparación con lo que he tenido que imaginar para poder comprender. Que probablemente los tenga bañados de ayer, y que extrañamente es cuando más bonitos parecen. 
Sigues como el que vuelve a poner el tren en marcha pero tiene cerca la siguiente estación, vas decidido pero con precaución. Miras mi nariz y mis mofletes, y sé que te gustan porque les dedicas una sonrisa. No lo notas, pero me sonrojo y te respiro, y es precioso que tu olor sea tan tuyo, pero tanto, que jamás lo quiera hacer mío. 
Me miras los labios, y sonrío. Es un efecto reflejo que tienes cuando lo hago hacer tú lo mismo. Y veo que me estudias los labios. Parece mentira que me calle todo lo que los he usado para fingir una felicidad que no era mi estado. Pero es entonces cuando los uso para hablarte de que jamás van a permanecer callados. Y asientes. No estás asustado.
Curvas tu mirada en mi cuello y cualquiera diría que nos gustamos, sigues la línea de mi cuerpo  y me rozas las muñecas.
Te frenas en mis manos. Sé que vas a pedirme que te escriba algo, que crees que el amor hace magia con estas manos pero estás equivocado. Nunca supe acariciar algo a menos que estuviese todo destrozado, y acabase yo sangrando.