Levantó la cabeza, y se vio sola. Se hizo un ovillo tumbada sobre el sofá, le parecía inmenso cuando no era compartido, pero tampoco quería salir a andar. Sintió frío a pesar del cálido sol que traspasaba la cristalera de la habitación, pero eso daba igual, porque ella sabía que si todo no fuese una mierda él estaría abrazándola por la espalda y estarían jugando a ver cuánto tiempo tardaban hasta que se olvidasen de contarlo. Pero ahora no hace más que contar el tiempo a contrarreloj, el tiempo que hace que nadie desea verla sonreír, el tiempo que nadie sonríe por verla reír.
Que te den por culo, zorra, porque yo deseo verte sonreír las 24 horas del día. Puta.
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