que pone un filtro blanco y negro a la felicidad
dándole el aspecto de un recuerdo viejo.
El discurso en el funeral
y el corazón en el ataúd,
arañando los miedos que me cubren
enterrándome bajo tierra.
Estuvisteis en mi propio funeral
y soplasteis las velas,
dejándome a solas con mi miedo a la oscuridad.
Sobreviví entre flores y gusanos,
imaginé que brotaban ramas de mis manos.
Era más fácil reptar que levantarse,
más sencillo dejar brotar la sangre
que tratar de curarme.
Y, aún así, reí
y os llegó el eco desde la ultratumba.
No nos vamos a morir
por hablar de cómo dejaremos de vivir,
no dejaremos de sonreír
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