domingo, 21 de mayo de 2017

AMB

Te he escuchado roto, en pedazos. Sigo preguntándome en nombre de quién debería ahuyentar a la muerte, en el mío o en el de los que amo. Tu voz, antiguo himno de revolución, hoy deja una evidencia palpable de cansancio. Dime qué ha pasado, si el presente es una repetición constante del pasado. El pretérito se escondió en tus ojos y el futuro lo escriben tus manos. Tengo pánico a entrar un día por la puerta del noveno y no saberte acariciando tu teclado. Me gustaría no saber de lo que hablo, pero perdí la inocencia con la misma facilidad con la que un gato negro se pasea hoy por tu tejado. La mala suerte no existe, ellos nos la regalaron. Imponer quizá sería el verbo acertado. Entre imperativos desafortunados y recuerdos teñidos de un rojo amargo, empiezo a entender donde viaja tu mente cuando te hablamos.

Por favor, sostén mi mano. Acaricia mis miedos mientras me sonríes, sonríe porque lo has logrado.  

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