sábado, 6 de agosto de 2016

La flor que siempre quise en mi jardín

Sé que ella era la flor que Antonio Flores siempre quiso en su jardín. La chica de ayer que Antonio Vega, y cualquiera, hubiese rezado porque volviese cada día. Que era el propio mundo el que se preguntaba que hacía una chica como ella en un sitio como este, y ni Burning supo responderse. La mujer por la que Neruda me hubiese cedido los versos más tristes aquella noche. Ella es la X que marca el tesoro en cada mapa, que el grito de Munch no es más que el reflejo del corazón de todos los que la vieron marchar y fueron presas del pánico. La luz que guía cuando entristecen las estrellas. La duda en cada pétalo y la certeza en cada flor. Es ELLA, y me da igual si no hay un "Él", que será la única razón en mis plegarias. Sería musa de poetas, y dejaría en ridículo a cualquier Venus si sonriera.

Que mi corazón desde entonces es la Acrópolis de Atenas, que sigo en  ruinas; pero sigo por ti. Y sé que no es nada, pero eres el motivo por el cual elegí como forma de morir escribir.

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