sábado, 17 de mayo de 2014

Debería estar durmiendo.

Me resulta tan deprimente que lo malo de esta vida sea lo que me inspire, que lo triste sea lo que ponga mi mente en marcha, pero no para mejorarlo, eso si que es deprimente, que no escriba para poner solución al dolor, sino para que estas palabras eviten las lágrimas, que ese agua salada que huye de una mirada esta vez son estas palabras, las que calman mi alma, las que me limpian hasta salvar que se atisbe la más mínima seña de dolor en mi cara. Que hay recuerdos que arañan el corazón hasta asesinarnos, hasta preguntarnos si estamos muertos, si estamos que ya no vivimos o si es que vivimos muriendo. Y es que hay veces que nos preguntamos por qué no estamos muertos en vez de arreglar este remolino que unos conocen como vida, lo que unos ven como ‘un día más’ mientras otros piensan en ‘un día menos’. Y sé que debería ver cada día como una nueva oportunidad para  mejorarla, o al menos  una para empezar a vivir de verdad, pero dime quién ve eso cuando suena el despertador cada día a las siete y cuarenta y ocho de la mañana, y ahí sólo querría aplicar la frases de Sharif ‘hoy me quedo en la cama que fuera la vida duele’, pero no, me pierdo en ese día, entre las sonrisas de gente dolida y entre las caras de sueño de todos aquellos que preferirían despertarse otro día, entre las no-preocupaciones de la gente que vive de la alegría, por en medio de gente a  la que importé un día. 

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