Y por qué, dime tú por qué todo esto me ha arañado el corazón, dime por qué o qué he hecho para merecer tener una herida que no cicatriza, que cada vez que parece que comienza a cerrarse vuelve a abrirse para que mi felicidad escape, para que huya lejos de mí, y se siente en frente, recordándome que sin ella no merece la pena seguir adelante. Por qué han de tratar de descoserme el alma, por qué me autodestruyo, por qué no me dejo crecer. Por qué me siento en el punto de mira de toda esa mierda... podría ser fácil decir que no me rendiré, pero a saber cuánto tiempo llevo ya en el banquillo, descansando de un partido perdido, o por lo menos es como yo lo veo, y como nadie me ve; podría decir que no me rendiré, pero me sería exageradamente fácil decirlo al saber que ya me he rendido, y es que, al igual que lo han hecho los demás, yo tambíén me he dado por perdida. Y es que parecerá estúpido pero es la puta casualidad de mientras escribo haber escuchado tan sólo dos canciones en el modo aleatorio y que las dos traten de rendirse, o no, todo depende de como uno lo vea, ¿casualidad?. Ni siquiera sé si eso existe. Creo que ya no sé qué creer, he perdido la fe en mí, al igual que lo hice en la mayoría de la gente por la que un día me sentí arropada. Qué más da, ¿no? Si la vida no espera a nadie, y si yo continuo en la parada de un tren, en una estación de la que no me voy a mover, pero desde la que siempre observo a los de mi alrededor. Los trenes pasan, pero mis manos están atadas a otro destino, al del banco desde el que miro la felicidad correr, chocar con el dolor y volver a nacer, y desaparecer.
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