viernes, 4 de abril de 2014

Sssh, silencio.

Me disfracé, para parecer más feliz.
Y me escondí, para acompañar al olvido.
Traté de despertar las sonrisas en coma de tanta gente...
Sonrisas perdidas en batallas.. o en botellas.
Traté de calentar inviernos,
e incluso creí congelar el fuego.
Discutí con la inspiración,
porque siempre llegaba tarde.
Y me refugié detrás de las agujas de un reloj,
del tiempo,
que dicen que todo lo cura,
que el dolor calma,
al alma,
de aquel que sufre... de aquel que ama.
Me entrometí en la mente de los realistas, de los idealistas,
de los soñadores y pesimistas,
en definitiva,
de cualquiera cuya mente fluyese de una manera distinta.
Abracé al solitario,
me pudo escuchar el sordo,
hablé por el mudo,
y aquel que lloraba acabó por consolarme a mi, irónico.
Y, entonces, creí ser feliz
y cuando fui a contarlo
me ataron las manos
me cosieron los labios.
Y ahí lo encontré.
Cuando no tuve nada más que hacer,
cuando todo terminó
fue el único que se quedó a recoger
los restos de lo aprendido,
los mios.
El silencio.
Que mantuvo en secreto,
mientras contaba a voz en grito,
todo lo que yo nunca había dicho.
Que gritaba todo lo que yo callaba.
Pero nadie lo oyó.

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