viernes, 18 de julio de 2014

"Cazadora de sueños rotos"

Me gusta el silencio y estar sola, pero odio cuando tengo eso porque no existe otra posibilidad. Odio el silencio tras la marcha, la soledad tras la puerta cerrada. Odio que exista esa sensación de que aunque alces la voz nadie te va a escuchar, porque nadie se ha quedado a tu lado. Me gusta el silencio para escribir, la soledad para conocerme, pero odio cuando la garganta silencia mis palabras porque ya no se necesitan.
Creo que llega ese momento en que te ves tan obligado a estar solo, a aprender a escuchar lo que susurra el silencio que tratas de romperlo tan sólo para ver que no todo está muerto, y es que a veces me siento egoísta al escuchar lo que me cuenta el silencio, cuando me cuenta que se va y dejará de aparecer, que mis letras no son lo suficientemente buenas para nadie, que no es necesaria tu risa en algún preciso lugar, o cuando me susurra versos desgarradores que es mejor no pronunciarlos, porque si hago parece que enuncian hechos ciertos. Creo que al llegar ese momento necesitas que alguien te decore cada lágrima hasta que éstas cambien de humor, que necesitas que alguien esté dispuesto en cada momento a acompañarte en tu silencio, pero ese silencio es especial, porque es el compartido cuando dos personas se entienden sin necesidad de perturbarlo.

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