miércoles, 10 de septiembre de 2014

Cruz de navajas

"Cruz de navajas por una mujer brillos mortales despuntan al alba sangres que tiñen de malva  el amanecer. Sobre Mario de bruces tres cruces :
una en la frente la que más dolió otra en el pecho la que le mató y otra miente en el noticiero " - Mecano.
Puede que esto no sea la lucha por una mujer, y tampoco fue ningún Mario el que acabó malparado. Pero es que esas tres cruces me descubrieron, descifraron mis sentimientos cuando yo los tenía bajo código y bajo llave. Pero resulta que no hace falta que una herida se vea para que se exista, ni que un moratón aparente esos cambiantes colores para que cada vez que lo aprieten te retuerzas, el problema es cuando ese moratón lo aprieto yo misma, no me considero masoquista, simplemente quiero acostumbrarme.
Por eso, por eso de que las cosas dicen más de lo que parecen, que puedes ir con ellas más allá de lo cotidianamente establecido no siempre las navajas son un arma que se ve, en mi caso mi cruz de navajas fue de palabras, de actos, y de no-actos; por eso no pudieron dañarme la frente, pero si mi mente, deseé que mi cerebro no procesase nada de todo aquello, pero hay ciertas palabras que aunque se digan cuando uno está dolido sabes que van cargadas de todo lo que uno ha vivido, que son esas palabras que se esconden tras el silencio del amo cuando está contento. Pero furia invadió estas vidas, y así dejó penetrar esas navajas en mi cuerpo, como si apenas costase esfuerzo expulsarlas y clavarlas, rasgarme, antes si quiera de poder hacer que no escuchaba nada. Y sí, también fue la que mas dolió. Porque sólo hay una cosa que duele más que la verdad, la mentira. En ese momento se desnudaron ambas, la verdad dejó a la mentira en paños menores, la mentira que hacía creer que todo iba bien, pero no nos íbamos a engañar más.
Y con el tiempo me mataron, puede que no fuese su intención, pero tampoco trató nadie de evitarlo. Y es que fue entonces cuando el pecho abrió sus puertas y dejó que el corazón dejase de ser sordo, mudo y ciego. Podrido.
Al final sólo queda esta última, la que miente en el noticiero, que en mi vida son nuestros rostros, aunque no sé hace cuanto no los veo, ya que ese noticiero es una máscara con la que nos cubrimos la cara y sólo nos la quitamos cuando estamos solos, para que el titular indique siempre que la vida siempre reluce -pero no es oro todo lo que reluce.

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