martes, 30 de septiembre de 2014

Amor, por encima de todo.

Te admito que he perdido la inspiración. Me he cansado de hablar del desamor, y el amor tampoco acude a mi boca pero me siento tan feliz cada vez que noto el amor en cuerpos ajenos, en sonrisas cómplices... aunque yo siempre sea mera observadora o narradora de ellas. Me imagino el mundo de una manera tan asquerosamente romántica que cada mañana cuando salgo a la calle y veo que la gente camina a donde debería ir pero no a donde le gustaría estar me desanimo, que cada mañana al entrar en el metro y ver que nadie observa al de al lado, que podemos pasar media hora de nuestro día al lado de alguien a quien si quiera hemos parado a mirar diez segundos, que nadie se sostiene desafiante la mirada, y eso me hace creer que el romanticismo ha pasado a un grado inexistente en mi cabeza. Ahí es cuando lucho por seguir creyendo ciegamente en el amor -me dicen que es de esas cosas que me definen- y me cuesta, pero entonces me cruzo con alguien que ha superado algo duro y ahora sonríe al posar su mano en la tripa de una chica, o que un chico dedica sus dos manos a posarlas en la cara de esa chica que se deja besar. Y, definitivamente, prefiero creer en eso que en que en la vida nada es tan bueno como en los libros o en las películas o incluso como en mis fantasías. Quien dice eso es que no ha amado, que no ha visto levantarse a su lado a la persona por la que sonríe o sonrió tantos días, o que simplemente son personas qur dicen eso porque nunca se han jugado en un abrazo, en un beso la vida.

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