Y me quedaría aquí, bajo el cobijo de su abrazo los 365 días del año, los 7 días de la semana, y las 24 horas del día.
Me quedaría en esta casa, en la que nunca falta la tortilla, la paella o mis macarrones preferidos, en la que nunca cierra bien la puerta del baño, en la que el arte se palpa y el amor se respira, en la que su pasión decora las paredes, y su dedicación se siente en cada esquina de la casa.
Reviviría una y otra vez sin cansarme cada obra inventada en nochevieja, la ilusión de los regalos, cada rato en el parque Bruil, que me gustaba tanto que volvía a Madrid y pedía ir. Seguiré sintiendo la misma admiración aunque me cuenten las cosas treinta veces, porque me siguen pareciendo enormes; del mismo modo que seguiré poniéndome nerviosa una semana antes de venir porque me hacen feliz.
Y es que aún sonrío cada vez que paso por el Chiquipark, y me encanta recordar cada vez que nos vestimos por las fiestas del Pilar.
No sé cuántas perrerías he hecho en esta casa, incontables las cosas que hemos tirado por la terraza cayendo al balcón de otros, los secretos que hemos ocultado en la primera habitación a la derecha del pasillo. Pero lo único que quiero es seguir haciéndolo, que pasen los años y siga encontrando la misma vajilla en los armarios, mi poesía y mi foto en su álbum, las fotos en el salón, el cuadro del manco de Lepanto, a él cantando al poner la mesa, y ella recordando lo que nos gusta a cada uno para que todos estemos contentos. Que nunca deje de pitar el sonotone cada vez que la abrazo demasiado fuerte, y que no cesen nunca las ganas de vivir como si fuese adolescente de él.
Me quedaría en esta casa, en la que nunca falta la tortilla, la paella o mis macarrones preferidos, en la que nunca cierra bien la puerta del baño, en la que el arte se palpa y el amor se respira, en la que su pasión decora las paredes, y su dedicación se siente en cada esquina de la casa.
Reviviría una y otra vez sin cansarme cada obra inventada en nochevieja, la ilusión de los regalos, cada rato en el parque Bruil, que me gustaba tanto que volvía a Madrid y pedía ir. Seguiré sintiendo la misma admiración aunque me cuenten las cosas treinta veces, porque me siguen pareciendo enormes; del mismo modo que seguiré poniéndome nerviosa una semana antes de venir porque me hacen feliz.
Y es que aún sonrío cada vez que paso por el Chiquipark, y me encanta recordar cada vez que nos vestimos por las fiestas del Pilar.
No sé cuántas perrerías he hecho en esta casa, incontables las cosas que hemos tirado por la terraza cayendo al balcón de otros, los secretos que hemos ocultado en la primera habitación a la derecha del pasillo. Pero lo único que quiero es seguir haciéndolo, que pasen los años y siga encontrando la misma vajilla en los armarios, mi poesía y mi foto en su álbum, las fotos en el salón, el cuadro del manco de Lepanto, a él cantando al poner la mesa, y ella recordando lo que nos gusta a cada uno para que todos estemos contentos. Que nunca deje de pitar el sonotone cada vez que la abrazo demasiado fuerte, y que no cesen nunca las ganas de vivir como si fuese adolescente de él.
Hay cosas que merecen ser eternas, o por lo menos desaparecer cuando lo escojan; así que sólo rezo porque la naturaleza, Dios, el destino o lo que quiera quea que dirija el mundo se siga portando como lo hace con ellos. Que no puedo decir otra cosa más que los quiero.
Sin palabras. Tienen que estar orgullosísimos de tenerte porque no se puede ser mejor. Te quiero mucho, ya lo sabes.
ResponderEliminarGracias por ser así
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